domingo, febrero 12, 2006

Manderlay

Lo mejor que se puede decir de Ron Howard es que es un director mediocre, impersonal y anodino, perfecta representación de una industria en general mediocre en la que ha logrado medrar. No es horriblemente malo, aunque algunas de sus películas sí que lo sean, pero desde luego no ha rodado en su vida una gran obra y probablemente nunca lo haga. Ahora va a destrozar "Al este del Edén"... En fin. Sin embargo sí hay algo que debemos admitir que ha hecho bien: engendrar a esta jovencita que responde al nombre de Bryce Dallas Howard.

Y es que en Manderlay esta pelirroja de belleza extraña recoge el papel de Grace que inmortalizara hace dos años Nicole Kidman y consigue por momentos que nos olvidemos del cambio de actriz, mostrando una enorme madurez y profesionalidad como intérprete a sus escasos 24 años y en la que es sólo su segunda película.

Manderlay comienza donde acaba Dogville (aunque se puede ver muy bien sin conocer la anterior), y al igual que la primera, con un bello plano cenital que nos introduce en las entrañas de la América profunda en los años 30. Grace, después de abandonar Dogville escoltada por los gangsters de su padre, llega a una extraña plantación sureña donde se mantiene la esclavitud que había sido abolida 70 años antes.

Con un diseño de producción muy similar al de su predecesora, lleno de trucos y artificios visuales en un escenario negro y plano, Manderlay tiene en su contra precisamente que ya no sorprende formalmente, pero no por ello su mensaje pierde contundencia. No sólo en la evidente sátira política de George Bush (que Trier no tiene ningún interés en ocultar, como evidencian los títulos de crédito), sino también en su reflexión sobre arquetipos humanos tan clásicos y a la vez tan actuales.

Pero lo mejor es que sin llegar a los niveles de sadismo surrealista de Dogville, mantiene intacta la punzante ironía de la primera. La magnífica voz de John Hurt glosando con un estilo profundamente literario las andanzas de Grace y los esclavos liberados, las reflexiones de su padre interpretado por Willem Dafoe, la exquisita crueldad de la historia y el ambiente vodevilesco que se va apoderando del metraje convierten a Manderlay, si sabemos observarla, en una de las mejores comedias de los últimos tiempos. Esperamos ansiosos "Washington".

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